San Nicolás de María, Sede de Gobierno Papal, 07 de mayo de 2011
En el día del nacimiento de una gran mujer, Eva Duarte de Perón es que me dirijo a cada mujer y a una en especial… contándoles cómo fue-es mi vida en un buscar y buscar mi gran y único anhelo de SER MUJER.
Muchos fueron los caminos que emprendí, primero estudiando una profesión, luego buscando amar y ser amada para llegar a la más lindas de las tareas, para mi, jamás soñada que es la de SER MADRE.
Creía-pensaba que para lograr aquel noble objetivo, debía “triunfar como mujer": tener ciertas cualidades, por así decirlo, ciertas aptitudes intelectuales y físicas. Entonces “mi fórmula” era: ser médica, esposa y madre, todo esto joven y bonita, flaca y simpática… de no lograr uno de estos objetivos jamás sería feliz.
Así de difícil se me planteaba la vida, porque más allá de mi propia vocación que no ha muerto sino que se ha recreado, la realidad era: estudiante de medicina, grande, sin esposo o abandonada; los hijos no llegaban y mi cuerpo, con el paso del tiempo, se iba deteriorando, junto con una profunda ansiedad a la hora de comer; todo esto a su vez acompañado de un carácter bastante podrido, ¡ja!
Digamos que, como alguna vez leí, Dios no me dio nada de lo que le pedí, me dio todo lo necesario para hacer las cosas más hermosas aún que antes.
Así fue como casi sin pensarlo llegó Jesús a mi vida en una visión del Sagrado Corazón y de ahí en más con errores, confusiones de mi parte, Él ha limpiado con creces mi alma, para mostrarme quién soy en verdad, qué camino es el que me hace feliz y la vida que quiero compartir con el compañero que me dio, el mejor porque fue hecho para mi, de la misma forma que yo fui hecha para él.
Y así fue como conocí el verdadero Amor, al verdadero Dios.
Hoy soy esposa y madre de dos hijas hermosas, reina porque Él me ha coronado con mis infinitas miserias, y porque a Él se le ocurrió también.
Me dice, Nos dice, que quiere que sepamos que esa es la esencia de nuestro ser: mujeres Marías, mujeres guerreras y sobre todo co-creadoras y dadoras de vida. MADRES DE LA CREACIÓN en cada hijo que Dios nos ha dado a nuestro cuidado, más allá de la circunstancia.
Formadoras de hombres Cristo y de otras mujeres María, para que esta Patria querida sea un pueblo de políticos, faro del mundo en esta tempestad que se avecina.
Si al menos por un minuto pudiéramos ver-vivir esta dignidad única y gratificante del ser femenino, de la verdadera femineidad de María en cada mujer santa-pecadora que hoy vive y sobrevive en este suelo bendito así como esta, así como es.
¡Qué dignidad! ¡Que gloria!... Se cantaría como canción de cuna a nuestros hijos.
Por esto me acuerdo de mujeres ejemplares y anónimas que al igual que la Virgen han sacrificado a sus hijos por la dignidad de un pueblo, formando verdaderos varones de Dios. Me refiero a las madres de los caídos en Malvinas, las madres y abuelas de plaza de Mayo. Madres de drogadictos, madres a cargo de niños y jóvenes en todo tipo de instituciones de menores. Madres que al estar solas trabajan de esclavas con horarios agotadores y dejando a sus hijos al cuidado de otros o solos.
Otras madres que trabajan siendo samaritanas del amor para poder criar a sus hijos con lo mínimo indispensable… Por eso ahí esta María, asumiendo nuestro ser-estado de santas-pecadoras, así como somos así como estamos, porque el Amor y María desconocen qué cosa sean “las condiciones” para amar, para perdonar, para ser.
Entonces María así sale a la calle y ama como puede, como la dejan, como quiere, en medio de la injusticia y en medio del caos apuesta a la vida dando-pariendo más y más vida.
Quiero con este testimonio-carta mostrar con mis palabras cómo Jesús y María me enseñaron sobre la verdadera libertad que significa depender en todo de Dios, aunque parezca una contradicción.
Porque soy-somos libres de amar y hacer en consecuencia lo que queramos (como los niños) pero dependientes en todo del Amor de Dios en cada hombre y mujer, con quien sea.
Esto es lo que hizo-hace Eva Perón, no fue madre según una mirada escueta, pero es-fue y será la madre de los descamisados, de las mujeres que supo dignificar en la Argentina y en el mundo; que supo amar en y con Perón a todo un pueblo pariendo una nación feliz. Forjando su amor de mujer enamorada en dar la vida por él y sus hijos: los argentinos. El mismo pueblo argentino, desde su gestación hasta que se corone con Joaquín Jesús hijo de Pedro II y María Liliana, como la Nueva Jerusalén o mejor dicho, La Santa y Nueva Argentina.
Martha Eva Lorena Rolón de Arango
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